La estafa política de lo que se llama el estado del bienestar tiene casi un siglo de antigüedad y solo ahora se está exponiendo plenamente de una forma que la gente puede comprender. Es quitarte a ti para construir burocracia y comprar votos con un acabado humanitario. Eso es prácticamente todo. Otro rasgo especialmente llamativo de lo que se está desarrollando ahora llega al corazón de una verdad conocida en la literatura pero de la que apenas se habla en los medios. Concretamente: dicho sistema solo es políticamente viable mientras la demografía sea relativamente homogénea. Las personas que pagan hacen un experimento mental rawlesiano de "detrás del velo" y llegan a creer, más o menos, que las personas a las que apoyan con sus impuestos —ya sean administradores o beneficiarios— son como ellos mismos, miembros de la familia; allí, pero por la gracia de Dios, voy. Ellos también querrían una "red de seguridad" en caso de emergencia. Una vez que mezclas las cosas con gente aleatoria a la que NO les gusta la población que paga – diferente idioma, religión, etnia, origen nacional – que también parecen estar manipulando el sistema, se genera resentimiento que acaba derrocando toda la maquinaria. Por eso los estados de bienestar en sociedades heterogéneas no pueden durar. De nuevo, esto es bien conocido entre los estudiosos del tema. No hay furia poblacional comparable a la sensación de que los extranjeros están estafando a la población doméstica productiva, dentro de sus propias fronteras. Esa combinación es políticamente explosiva. La larga historia y la vasta investigación empírica respaldan esta afirmación. Todo esto habla de las elecciones de mitad de mandato y de este desastre en Minnesota. Si los republicanos no explotan esta noticia al máximo, con llamamientos a recortes presupuestarios drásticos y cárceles para los estafadores, realmente han perdido la mayor oportunidad en la historia del partido.