Sé que en el episodio más reciente del programa de Tucker Carlson un tema de conversación con su invitado fue mi peso, especialmente lo gordo que estoy. Sí, estoy muy gorda, estoy a punto de cumplir nueve meses de embarazo de mi tercer hijo. También estoy muy feliz. No me importa cuántas veces Tucker hable de ser cristiano, no es un comportamiento cristiano participar en una conversación así en uno de los podcasts más grandes del mundo. Este tipo de crueldad hacia las mujeres e hipocresía es un ejemplo clásico de por qué la derecha tiene tanto problema con las votantes de mi generación. No te sientas mal por mí, la gente me ha estado llamando gordo desde que empecé en los medios a los 22 años. Es viejo, perezoso, cansado. No me gano la vida con esa fealdad y realmente no puedo imaginar cómo es la vida para quien lo haga. Debe de estar muy oscuro.