La Primera Enmienda busca prevenir que el estado dicte qué ideas son inaceptables. Sin embargo, siempre ha tenido limitaciones inherentes; la más obvia de las cuales es la censura privada. Al convertir al Estado en el director de la censura privada, a través de cancelaciones dirigidas y amenazas, la administración Trump está haciendo lo que puede para convertir la Primera Enmienda en algo cercano a una letra muerta, como lo fue en la década de 1910.